Esta vez escribo como amante del tenis, descubrí esta pasión hace 25 años y desde ese entonces es parte de mi vida. No importaron roturas de ligamentos, inflamaciones a las rodillas, lumbalgias, tirones musculares, contracturas ni hernias cervicales. El cuerpo cambia y hay que acondicionarse, pero sigo jugando. Y me siento privilegiado de decir que en estos 25 años tuve el placer de ver, en TV, ni a más ni a menos que a tres grandes: Roger Federer, Rafael Nadal y Novak Djokovic.
Hace un par de semanas se retiró el GOAT, the Greatest Of All Times, Roger Federer —¡Qué manía esa de siempre buscar al mejor!— pero sí, en este caso estoy de acuerdo. Se podrá decir mucho de Nadal o de Djokovic o de otras grandes legendas de décadas pasadas (y la lista es larga) pero Roger Federer ha llevado al tenis a otra dimensión. Y no hablo solo de lo hecho dentro de las canchas de tenis sino también fuera de ellas.
Con Federer el tenis parece sencillo y vaya que no lo es. Cada golpe es toda una técnica. Cada pelota es diferente a la anterior. Nunca uno sabrá cómo vendrá, la puedes intuir, pero tienes que estar listo para las sorpresas y allí hacer tu mejor devolución. ¿Qué el tenis es un juego de brazos? Nada más equivocado, yo diría que es un juego de piernas y de fortaleza mental, si no llegas bien parado a darle el golpe no valdrá técnica ni fuerza alguna. ¿Qué la potencia ayuda? Claro que sí, pero la técnica mucho más y eso se adquiere con práctica, talento y mucho cerebro. Y sino que te lo cuente André Agassi, cuyo obsesivo padre le obligaba desde los siete años a pegarle a 2500 bolas muy temprano por la mañana, en la cancha de su casa, para volverlo tenista competitivo. Y aquí es donde entra el ajedrez, el tenis para mi es una suerte de ajedrez de campo, no con 32 fichas, bastan solo dos que batallen y una pelota que te demarca por dónde y cómo jugarle al rival. Tienes que anticiparte a qué estará pensando, a dónde probablemente corra, qué tiro probablemente espere y hacer exactamente lo opuesto o diferente. Eso en milésimas de segundo, la velocidad de la pelota manda.
¿Por qué uno se vuelve adicto al tenis? Personalmente, creo que se trata de la adrenalina que destilas durante la competencia y especialmente cuando ese tiro, ese golpe que imaginas, que sueñas, que programas en milésimas de segundo, lo ejecutas tal como querías y se convierte en el punto deseado. Y no olvidemos la concentración, es un deporte de mucha presión psicológica, donde juegas solo, aislado, y eres tú, nadie más, quien debe lidiar con los nervios, las frustraciones y las inseguridades. Requiere estar 100% focalizado en el juego y nunca dar por perdido un partido, ¡NUNCA! He visto y alguna vez he experimentado situaciones con scores de terror y ver cómo los grandes jugadores los han podido levantar, e incluso llegar a voltear el partido, Nada más satisfactorio. Talento, técnica y cabeza. Tres ingredientes esenciales para el tenis. Y todo eso lo tenía Federer. Roger tenía tan buena técnica que no requería desplegar mucho trabajo físico en las canchas como Nadal. Pareciera que flotara, su tenis era una delicadeza, casi una poesía. Quizá sin Nadal y Djokovic Federer hubiera arrasado todos los Grand Slams y torneos ATP donde participó durante al menos 20 años. A pesar de ellos, su legado es extraordinario.
A diferencia de lo que sucedía en los 70s, 80s y 90s Federer no detestaba a sus grandes rivales, los respetaba y los reconocía, ganara o perdiera. Todo eso era devuelto recíprocamente por sus contrincantes, especialmente Nadal y Djokovic, y así se forja un giro notorio en el deporte. El mensaje era muy claro: “No necesitas convertir una rivalidad en una enemistad”. Tal es así que Federer reconoció en una de sus biografías que si no hubiera sido por la existencia de Rafael Nadal, él hubiera ganado seguramente varios Roland Garros y otros campeonatos, pero que el tenerlo como su gran rival lo hizo mejor persona y tenista. Al final, los dos consolidaron una gran amistad a partir de todo lo común que mantienen dentro y fuera de las canchas de tenis: respeto mutuo, ayuda filantrópica, amistad, orientación hacia la familia y mucho tenis, por cierto. Federer y Nadal reconocieron que uno hacía mejor al otro y eso ha hecho que cambie el tenis como deporte de competencia y talento mas no de enemistad, por más que nunca falten aquellos insensatos que torpemente parecen querer revertir la tendencia.
Pudimos ver a Roger Federer a través del tenis en toda su dimensión humana. Verlo llorar conquistando su primer Wimbledon ante Mark Philippoussis (2003), su único y tan anhelado título de Roland Garros (2009), su medalla de oro olímpico en doble (2008). Lo vimos quebrarse en el Australian Open al perder la final del 2019 ante Nadal, casi gimiendo “Dios, esto me está matando”. Nadal por ese entonces se había convertido en su alter ego y una valla a la cual Roger no podía ya sobrepasar. Finalmente, lo escuchamos hace algunos días sentidamente, cuando se despidió en Londres en la Laver Cup 2022, llorando casi al punto del ahogo, sin temor, sin límites, agarrando la mano de su archi adversario y gran amigo Rafael Nadal. Fue una escena muy emotiva y conmovedora que nos hizo ver el lado humanamente masculino de Roger por varios minutos. Todo esto se extendió durante la entrevista de despedida a través de sus numerosos reconocimientos, posteriormente cuando abraza a su esposa Milka, agradeciéndole por su compañía y comprensión por tantos años de sacrificio, y con sus hijos. Momentos inolvidables. Sobre estos últimos, Federer indicó en una entrevista que no le gustaría que sus hijos se dediquen al tenis profesionalmente porque implica vivir bajo mucha presión.

Roger Federer, tenista super competitivo en las canchas de tenis, hombre que no tiene temor de mostrar sus emociones y expresar sus sentimientos. Se despidió tal como es y con una carta en la cual también se dirige a sus rivales:
«Quiero dar las gracias a mis rivales en la pista. He sido muy afortunado de jugar muchos partidos épicos que nunca voy a olvidar. Peleamos de forma justa, con pasión e intensidad. Siempre di mi máximo para respetar la historia de este deporte. Me siento extremadamente agradecido. Nos empujamos los unos a los otros y juntos llevamos el tenis a nuevos niveles».
Y cito a un colega, Omar Sellanes, quien muy sabiamente comentó este párrafo en un grupo privado, asociándolo a otros espacios donde la posición de adversario no debería llevarse a extremos para no dejar de lado el objetivo fundamental: cómo lograr un cambio significativo en la vida de los demás. Omar reflexiona diciendo:
“Brindemos y anhelo que en política, en religión, en deporte y en cualquier otra circunstancia o escenario podamos mirarnos a los ojos, más allá de los enfrentamientos y reconocer en el adversario a alguien digno de aprecio, de respeto y de lealtad en las reglas del enfrentamiento, porque no hay enemigos entre nosotros y aunque los hubiese, el enemigo también merece respeto, esa es la regla de la paz y también de la guerra”.
Y, finalmente, vino la partida de un grande. La gran paradoja es que Roger se despide perdiendo sus últimos dos partidos, incluyendo el juego de dobles que especialmente pidió compartir con Rafael Nadal en la Laver Cup 2022, pero igual lo saborea vía Twitter con su sutil buen humor, como algo peRFecto. No le hace menos hombre perder su último match. No requiere el supuesto “final feliz” o el “final ganador” para sellar su carrera. Se puede perdiendo y nada pasa, siempre quedará lo positivo, nos dice. Además, él se ganó el cariño, respeto y amor de quienes lo vimos jugar. Espero verte en algún momento en algún tour de exhibición aquí en Perú querido Roger.











